Mis silencios
Haciendo recuento de toda una vida, me invaden, resplandecientes, mil sonidos, colores brillantes e imágenes dispares. Sin embargo, mis mejores recuerdos son... los momentos de silencio. Y es que... no existe mayor contenido de formas, mayor variedad de sonidos, ni mayor riqueza, que la que contienen los silencios.
Hay silencios opacos, de una densidad asfixiante que no me permite el más discreto parpadeo ni el menor temblor de labios. Silencios, en los que siento el fuego que me quema por dentro y el frío que me hiela por fuera... y, quisiera hacer, decir o gritar, pero aunque quiera, no puedo. Una extraña fuerza me atrapa y estrangula y me quedo allí, agonizando en el ángulo muerto de la vida hasta exhalar mi último aliento.
Otros, son silencios repletos de diálogo, silencios donde puedo hablar con los ojos y con los gestos, con las manos y con la piel. Son momentos de máxima comunicación en los que, sutilmente, me llega aquel mensaje que responde a mis múltiples interrogantes.
También hay silencios transparentes, silencios en los cuales me aparecen mil imágenes incorpóreas y me llegan mil voces desconocidas. Son momentos en los que atravieso muros y barreras y me adentro por dimensiones ocultas donde no necesito palabras para entender ningún misterio. Son momentos de trascendencia en los que, súbitamente, todo lo comprendo.
Y, finalmente, hay silencios vacíos. Son aquellos, cuando se han desvanecido todas las imágenes y se ha disipado cualquier sonido y, súbitamente, algo misterioso me atrapa hasta disolverme en un todo intangible. Entonces, desaparezco, simplemente desaparezco...
Recuerdo y revivo cada uno de esos mis silencios, pero me gustan especialmente esos últimos, en los que he desaparecido totalmente y, sin embargo, sigo ahí presente, en el centro del Universo...
Montse